Buen remedio
Conducir de manera negligente, discutir e insultarse es habitual entre algunos taxistas y choferes de minibuses en Accra, Ghana, lo cual suele generar peleas. Sin embargo, una vez, presencié un incidente que terminó distinto. Un taxista casi choca contra un autobús. Supuse que el chofer del autobús se enojaría y le gritaría al otro hombre. En cambio, lo miró y, con tranquilidad, le sonrió. Esa sonrisa obró maravillas. El chofer del taxi levantó la mano, se disculpó, le sonrió y siguió su camino… la tensión había desaparecido.
Pásalo
Me gusta ver las carreras de relevos. La fuerza física, la velocidad, la habilidad y la resistencia requerida de los atletas me sorprenden. Pero hay un momento crucial que siempre capta mi atención y me pone ansioso: cuando se le pasa el testigo al corredor siguiente. Un momento de retraso, un desliz… y la carrera podría perderse.
Hacer lo que Él dice
Necesitaba un tanque de agua subterráneo y sabía exactamente cómo lo quería, así que di instrucciones claras al constructor. Al día siguiente, cuando inspeccioné el proyecto, me incomodé al ver que no había seguido mis indicaciones. Había cambiado el plan y, por lo tanto, el efecto. La excusa que dio fue tan irritante como no haber seguido mis directivas.
Una vida honorable
Mientras daba un discurso bien promocionado, un respetado líder y estadista captó la atención de sus conciudadanos al declarar que la mayoría de los miembros del Parlamento de su nación eran poco honorables. Tras citar hábitos de corrupción, actitudes pomposas, vocabulario desagradable y otros vicios, reprendió a los parlamentarios y los instó a cambiar. Como era de esperar, sus comentarios cayeron mal y los acusados lo contraatacaron criticándolo.
Tu Padre sabe
T enía solo cuatro años y estaba acostado junto a mi padre sobre una alfombra en el suelo durante una calurosa noche de verano. (En esa época, mi madre tenía su propia habitación porque había tenido un bebé). Estábamos en el norte de Ghana, donde el clima es mayormente seco. El sudor me cubría el cuerpo y el calor me secaba la garganta. Tenía tanta sed que desperté a mi padre. En medio de aquella noche seca, él se levantó y tomó agua de una jarra para darme de beber. Durante toda mi vida, tal como en aquella noche, él fue un modelo de padre protector. Siempre me proveía lo que yo necesitaba.
Confianza desubicada
Me encanta observar las aves. Cultivé esta actividad mientras crecía en una aldea de Ghana, donde había diversas especies. En un suburbio de la ciudad donde vivo ahora, me llamó la atención el comportamiento de unos cuervos, los cuales decidieron descansar en un árbol que había perdido casi todas las hojas. En lugar de posarse en las ramas fuertes, lo hacían en las secas y débiles que se quebraban de inmediato. Ante el peligro, salían volando, pero solo para repetir ese inútil esfuerzo. Al parecer, no alcanzaban a darse cuenta de que las ramas firmes eran los lugares más confiables y seguros para descansar.
Únete al clamor
En mi país, un grupo de mujeres se reúne todos los meses para orar por Ghana y otras naciones africanas. Cuando les preguntaron por qué oran con tanta constancia, su líder señaló: «Miren, escuchen y vean las noticias. Guerras, tragedias, enfermedades y violencia amenazan con ocultar el amor de Dios hacia la humanidad y sus bendiciones para con nosotros. Tenemos la certeza de que Él interviene en los asuntos de las naciones; por eso, lo alabamos por sus bendiciones y clamamos para que intervenga».
No deslizarse
A l final de un semestre escolar, mi esposa y yo fuimos a buscar a nuestra hija a la escuela, que se encontraba a 100 kilómetros. A la vuelta, nos desviamos para comer algo en un restaurante sobre la playa, desde donde observamos los barcos en la costa. En general, están anclados para evitar que se vayan a la deriva, pero noté que uno estaba libre y que, lentamente, se deslizaba hacia el medio del mar.
¡Cuéntalo!
Era el año 1975, y me acababa de suceder algo importante. Fui a buscar a Francis, mi amigo y confidente, para contárselo. Lo encontré en su apartamento, preparándose para salir de inmediato. Él percibió que tenía algo importante que decirle, y me preguntó: «¿Qué sucede?». Entonces, se lo dije sin rodeos: «¡Ayer acepté a Jesús como mi Salvador!».
Como las ovejas
Una de mis tareas diarias, cuando vivía con mi abuelo en Ghana, era cuidar ovejas. Las llevaba a pastar todas las mañanas, y volvía al anochecer. Allí noté por primera vez lo tercas que pueden ser las ovejas. Por ejemplo, cuando veían una granja, el instinto las llevaba hacia allí, lo cual me ocasionó varios problemas con los granjeros.